Hay semanas que parece que todos los elementos se ponen de acuerdo para que no podamos entrenar. Pasan los días y no encontramos tiempo para cumplir con las sesiones que teníamos planificadas en nuestra preparación. No te desmorones. No pasa nada si una semana no cumplimos con el volumen o intensidad establecido, pero tenemos que hacer un esfuerzo extra para no terminar la semana en blanco. Es suficiente con 20 ó 30 minutos de carrera continua progresiva, acabando a una intensidad en torno a nuestro Umbral Anaeróbico, para estimular nuestros mecanismos adaptativos. ¡No prives a tu organismo más de 2-3 días de su ración mínima de ejercicio!
2. SORPRENDE A TU CUERPO
No dejes que se acostumbre a una rutina de entrenamientos. Varia los métodos, las intensidades, los volúmenes, los tiempos de recuperación,… No caigas en la tentación de pensar que si el plan de entrenamiento que seguiste la temporada pasada te fue bien, este año no hay necesidad de cambiar nada. Apuesta por aquellas cualidades a las que habitualmente has prestado menos atención… ¡son las capacidades en las que tienes mayor margen de mejora!
3. PLANIFICA TU TEMPORADA DE ATRÁS HACIA ADELANTE
Señala en tu calendario tu objetivo principal de la temporada. ¿Cuántas semanas de entrenamiento te quedan? Distribuye los periodos de entrenamiento (en función del tipo de planificación que sigas hablaríamos de periodo preparatorio general y específico, precompetitivo y competitivo; acumulación, transformación y realización, etc.) en función de ese tiempo. Busca las competiciones intermedias que te servirán para valorar tus progresos y realizar los ajustes pertinentes en los entrenamientos. Y ahora sí, empieza a distribuir las cargas de entrenamiento, establecer los métodos de entrenamiento que vas a utilizar en cada periodo, etc.
Las competiciones intermedias son importantes, como decíamos, para medir nuestros progresos (además de suponer muchas veces una motivación y un incentivo para seguir entrenando). Pero mucho más importante es llevar un control periódico de aspectos como la composición corporal (un factor de rendimiento indiscutible en nuestra disciplina), los niveles de fuerza (cualidad que determina en gran medida nuestra economía de carrera) o la adaptación a las cargas de entrenamiento –utilizando instrumentos tales como el seguimiento de la Variabilidad del Ritmo Cardiaco o del índice Testosterona/Cortisol-, para intentar minimizar los riesgos de sobreentrenamiento.